Convocatoria a la Revolución Ciudadana Constituyente, Macondiana y Comunera

 

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🕊️ Convocatoria a la Revolución Ciudadana Constituyente, Macondiana y Comunera


El Rey NO es soberano.

Pueblo de Colombia:
Ha llegado la hora en que la historia vuelva a escribirse con las manos del pueblo. Desde el eco de los comuneros y la voz inmortal de Jorge Eliécer Gaitán, hasta el llamado del presidente Gustavo Petro a la Revolución Ciudadana, se abre nuevamente el cauce de la esperanza: el poder debe regresar a su fuente original —el constituyente primario, el pueblo soberano.

Durante décadas, la democracia representativa nos redujo a espectadores de decisiones ajenas. Hoy, el clamor de los barrios, veredas, ríos y montañas exige una nueva forma de gobernar y de vivir: una democracia directa, participativa y popular, donde la palabra del pueblo no sea consultiva sino vinculante, donde el mandato no se delegue sino que se ejerza colectivamente.

Convocamos a todos los colombianos y colombianas —a los campesinos, jóvenes, trabajadores, artistas, intelectuales, afrodescendientes, indígenas, mujeres, estudiantes y exiliados— a construir el nuevo poder desde abajo, con la fuerza de la organización y la ternura de la vida.

La Revolución Ciudadana Constituyente será macondiana porque reconoce que nuestra historia, como Macondo, es una mezcla de tragedia y realismo mágico: la de un pueblo que ha sufrido cien años de soledad y violencia, pero que aún conserva el poder de inventarse de nuevo. Será comunera porque, como en 1781, volverá a unir las voces dispersas del pueblo en un solo grito: ¡El poder es del pueblo!

Llamamos a cada territorio a crear sus nodos constituyentes, espacios de deliberación y creación colectiva: comunas, cabildos, círculos, asambleas y redes populares donde se diseñen los nuevos encargos del Estado, los planes de vida, los mandatos comunitarios y los proyectos de desarrollo construidos desde el territorio, por quienes habitan y sueñan en él.

Esta Revolución no se hace contra nadie, sino a favor de todos; no destruye, reconstituye; no busca poder, crea conciencia. Es la unión del pensamiento y la acción, del amor por la vida y la defensa de la dignidad.

Por eso decimos que la Seguridad Humana nace de la Soberanía Popular, que el poder no debe personalizarse sino compartirse, y que el futuro no se decreta: se moviliza, se teje y se construye en red.

Invitamos al país entero a sumarse a este proceso constituyente permanente, a organizarse, deliberar, crear y cuidar. Porque la paz, la justicia y la libertad no se imploran: se conquistan ejerciendo el poder del pueblo.

Hoy comienza la Revolución Ciudadana Constituyente, Macondiana y Comunera.
El nuevo pacto social no vendrá del Palacio, sino de las plazas, los ríos y las montañas.
El poder constituyente se levanta, y su palabra será ley.

¡Que se abran los caminos del poder popular, que florezca el Macondo constituyente, que renazca la Colombia comunera!

Dicho de otra manera, redundante y para que se entienda: 

Pueblo de Colombia:
Hace tiempo que las raíces claman por ser escuchadas: la tierra, los ríos, las montañas y los barrios exigen que la voz nacional no sea más un eco distante, sino un pulso vivo. Convocamos hoy al Constituyente Primario, ese poder que reside en cada persona, en cada comuna, en cada red de esperanza. Que la política deje de personalizarse y vuelva a ser instrumento colectivo del bien común.

La movilización ciudadana es nuestra fuerza —la energía vital que exige ser canalizada no como protesta ocasional, sino como orden constituyente permanente. No somos sujetos pasivos; somos el pueblo en marcha, tejiendo nodos de poder desde abajo, construyendo células populares que deliberan, deciden y ejercen. En la comunalidad nace el poder que no se reclama, sino que se ejerce.

Y sí, ya existe una vía legal para devolver el poder: la Ley 489 de 1998, en su normativa de “convenios de asociación” entre entidades estatales y particulares, permite que el administrado pueda asumir funciones estatales. Es decir: que la gente misma administre —como lo decía también Álvaro Gómez— cuando el pueblo se toma la responsabilidad no necesita un Estado injerencista, sino un Estado regulador y garante. Esa norma es parte de la exposición de motivos que antecede la función administrativa y adelanta un principio profundo: la cooperación directa entre el Estado y la gente, una semilla jurídica de la democracia verdadera. (Ver artículo 96, convenios de asociación con entidades privadas sin ánimo de lucro) Consejo de Estado+1

Entonces, decimos: no pidamos permiso al Estado para gobernar nuestros territorios; reclamamos que el Estado se vuelva servidor del pueblo, regulador, garante, custodio de las libertades.

Gaitán ya lo vislumbró: habló de que la democracia debe dejar de ser delegativa y convertirse en directa, una expresión viva de que el pueblo debe gobernarse. Su voz despertó la memoria colectiva de que la política no es oficio de unos pocos, sino oficio de todos. Se cuenta que Gloria Gaitán hizo llorar al joven Petro al rememorar esa promesa eterna: que el poder vuelva al pueblo y que la nación deje de ser espectadora de su destino.

Hoy, esa promesa se convierte en llamado:
Que cada nodo comunero sea un altar de decisión, que cada asamblea sea constituyente, que cada encargo sea mandato colectivo. En la revolución ciudadana no hay cronómetro electoral, sino brújula moral.
El poder popular no nace del Palacio: nace del corazón de los pueblos.
Que se abra el camino del Macondo constituyente: que florezca la Colombia comunera que decide, gobierna y cuida su propia vida.

ANEXO:

Llamamiento Poético al Pueblo de Colombia

Pueblo de Colombia,
ha llegado la hora en que la historia nos llama otra vez desde el corazón de la tierra.
Los ríos murmuran nombres olvidados, las montañas despiertan con memoria de comuneros,
y en cada barrio, vereda y comuna germina el mismo anhelo: volver a ser dueños de nuestro destino.

La Revolución Ciudadana Constituyente no es un partido, ni una consigna:
es un renacer.
Es el acto de devolver el poder a quien siempre lo tuvo —el pueblo soberano—
y de hacer florecer una nueva forma de gobernar:
la democracia directa, nodal, comunera y macondiana.

Es el regreso al espíritu de la Constitución del 91, cuando se proclamó que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo.
Es el cumplimiento del sueño de Gaitán, que nos enseñó que la verdadera democracia no se delega: se ejerce.
Gloria Gaitán contó que esas palabras hicieron llorar a un joven Gustavo Petro,
porque comprendió que la justicia y la dignidad solo serán posibles cuando el pueblo gobierne directamente su vida.

Hoy, esa comprensión se convierte en llamado.
Convocamos al constituyente primario, a la gente sencilla y sabia,
a los trabajadores, campesinos, estudiantes, mujeres, comunidades indígenas, afrodescendientes, ambientalistas, artistas, y soñadores,
a tejer una red de poder popular que surja desde abajo,
donde los cargos se vuelvan encargos,
donde los planes de desarrollo nazcan del diálogo comunitario,
y donde el Estado deje de mandar para empezar a acompañar.

No olvidemos que existe una forma de devolver el poder al pueblo, y está escrita en la exposición de motivos de la Ley 489 de 1998,
que reconoce los convenios de asociación como instrumento para que los particulares —las organizaciones sociales, las comunidades organizadas— ejerzan directamente funciones públicas.
Esa norma abre el camino al principio gaitanista y al ideal de Álvaro Gómez:

“Si el pueblo se toma el poder, no necesitaremos de un Estado injerencista, sino de un Estado regulador y garante.”

Esa es la revolución que proponemos: una revolución sin fusiles pero con conciencia,
sin caudillos pero con nodos,
sin imposiciones pero con educación popular.

Cada nodo, cada comuna, cada red de organización ciudadana será un faro del nuevo país:
un país donde los planes de vida surjan del territorio,
donde la política deje de ser una lucha por cargos para convertirse en una tarea de servicio,
donde las decisiones colectivas se construyan desde el diálogo y el mandato popular.

Esta revolución es macondiana, porque brota de la imaginación y la ternura del pueblo.
Es constituyente, porque refunda el pacto social desde la base.
Es comunera, porque lleva en la sangre la rebeldía del 16 de marzo de 1781.

Es la revolución de los que aman,
de los que siembran,
de los que sueñan un país en paz,
sin miedo, sin hambre, sin dueños.

Y a quienes aún dudan, les decimos:
no se trata de destruir, sino de reconstruir la República desde el corazón del pueblo.
De reemplazar la verticalidad por la red,
el autoritarismo por la cooperación,
la desesperanza por la ternura organizada.

Ha llegado la hora del poder popular,
de los encargos comunitarios,
de la movilización permanente que educa, crea y transforma.

Que cada barrio, escuela, vereda, universidad, sindicato, red y comuna
levante su propia asamblea constituyente local.
Que desde allí brote el nuevo país.
Que Colombia entera se vuelva un solo cabildo,
una sola voz: la voz del pueblo mandante y soberano.

Así, sin violencia, sin dogmas, sin sectarismos,
el pueblo colombiano escribirá su segunda independencia:
la independencia de la conciencia.

Y entonces, sí,
el Macondo de la esperanza será una República viva.

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